La pose clásica de esta figura tiene una razón compositiva; de ella se deriva un orden que estructura —o construye con lógica interna— este dibujo.
Admite, además, una segunda lectura: es imagen de la custodia que una madre encinta ejerce sobre el milagroso fruto de sus entrañas: ¡un ser personal enteramente nuevo, un tú cercanísimo que ha irrumpido silencioso en la existencia, dentro de la cámara secreta del mismo cuerpo de la madre!
“¡Bendito el fruto de tu vientre!” (Lucas 1,42).
La expresión “lógica interna” no debería malentenderse. Ciertamente la creación artística difiere del razonamiento y de la lógica discursiva. Pero a quien tenga una visión romántica del arte puede sorprenderle e incluso escandalizarle el orden que estructura mi pintura y que, por motivos didácticos, muestran los comentarios y análisis que acompañan a mis cuadros. Vitruvio, gran tratadista romano del siglo I, decía que la buena arquitectura debe aunar la “firmitas”, la “utilitas” y la “venustas”; es decir, la estabilidad o firmeza, la utilidad y la belleza. El Partenón y las catedrales góticas son edificios paradigmáticos en los que la estructura y el diseño funcional se identifican con la máxima belleza… ¡y ésta es materializada de un modo racional! La organización arquitectónica presente en La Divina Comedia de Dante Alighieri es un significante que abarca toda la obra. A la perfecta estructura y correlación de los temas musicales, que hallamos tanto en las fugas y en los oratorios de J. S. Bach como en las sinfonías de Beethoven, las podemos llamar metafóricamente “lógica interna” o bien “unidad y diversidad orgánicas” (la analogía, relación de semejanza entre dos cosas distintas, nos permite establecer estos paralelismos); una sucesión anárquica, desestructurada, de sonidos agradables no cuajaría jamás en obras unitarias de arte supremo. También en la naturaleza hay mucho orden, aunque no repare en él quien juzga todo superficialmente. Einstein lo formuló de esta manera: “Lo más incomprensible del universo es que sea tan comprensible”; en las leyes de la naturaleza “se manifiesta una razón tan considerable que, frente a ella, cualquier ingenio del pensamiento o de la organización humana no es más que un pálido reflejo”. .Un romántico equilibrado, el gran Johannes Brahms, construyó sus magníficos edificios sonoros con arte “racional”, compatible con una expresión apasionada de sentimientos y el goce sensual de los acordes. Un autor de un interesantísimo libro sobre música llamaba “grandes arquitectos de los sonidos” a los más relevantes compositores; decía que éstos, a la hora de componer, se guiaban más por la vista que por el oído. Trataba de explicar al lector que la visión de los temas musicales en la partitura les daba la clave de la organización o estructuración de las obras, más que el dejarse guiar por la inmediatez de los sonidos —por el oído—. Los músicos que, por el contrario, operaban de esta segunda manera habían producido obras que de ordinario adolecen de una forma débil, de una estructura deficiente que no alcanza la materialización perfecta de la belleza.