Alguien dijo que “estamos enfermos de ruido”… Esos que no levantan los ojos del “móvil”, para enviar o recibir mensajes, o llevan colocados auriculares que saturan su atención con una ruidosa “música” machacona, pierden lo mejor… El encanto de sonidos naturales como el rumor del mar y del viento, el gorjeo de los pájaros… el espectáculo de un amanecer o de un atardecer, cuando concurren los elementos en armonía, la explosión lenta de un árbol que se colma de hojas en primavera… y tantas otras alegrías cotidianas, ordinarias, tales como el silencioso cumplimiento del deber, participación del poder creador en el trabajo; el ejercicio responsable de la libertad, ordenado a la consecución del bien; el despliegue multiforme de la paternidad espiritual, signo de madurez en el hombre; la fortuna de tener una familia y paladear, multiplicado, el regalo del ¡qué bueno es que existes!, con el inestimable gozo de servir y de compartir tareas, horarios, afanes, vivencias… con quienes te aman y amas…; la permanente novedad de vivir sin miopía, con conciencia del don: ¡qué prodigalidad de medios naturales y artificiales convergen en mí!, ¡qué sinfín de beneficios me reporta la vida en sociedad!... Estas experiencias sencillas, ¡naturales!, interpelan al espíritu del hombre y despiertan en él cuestiones existenciales profundas. Los adelantos tecnológicos y la vida artificial cómoda parecen adormecer y ahogar, en muchos, la capacidad de interesarse por la verdad, por el bien y por la belleza. El “pensamiento débil” en nuestros días se caracteriza por reemplazar las grandes cuestiones relativas a la existencia humana por preguntas del estilo: “¿Qué plan tienes para esta noche? o ¿qué equipo ganó el último Mundial de fútbol?.. Es como ir por la vida conduciendo un coche únicamente con las luces cortas… cortísimas. La cultura de hoy nos dice: “¡Consume y calla; no preguntes!”… Disfruta todo lo que puedas, que ?total? esto son dos días. Es la cultura de la frivolidad… “No te plantees cuestiones importantes; y si te viene una pregunta, toma un Gin-Tonic para olvidar”… Este pensamiento débil contemporáneo tiene su traducción, su paralelo, en las preferencias estéticas que se han generalizado hoy en día: unos objetos acaso decorativos y aparentes, pero vacíos de contenido, muy pobres de significación..