Incluso en la realidad más fea, casi siempre es posible encontrar algún rasgo de bien y de orden.
Aquí, el reflejo en el agua de un conjunto anárquico de casas, conforma una simetría: dos masas blancas y azules se equilibran a izquierda y a derecha, separadas —en el eje central— por otra de color ladrillo oscuro.
Arriba, esas mismas casas, sometidas a una ligera estilización, se hermosean y geometrizan: formas prismáticas y piramidales, ángulos diedros (es el ángulo formado por dos planos que tienen en común una arista)… que nos traen recuerdos de edificaciones clásicas y monumentales.