Los rostros pensativos de estos dos jóvenes hermanos, frontalmente sentados ante el espectador, reflejan las ilusiones y sueños de estos adolescentes: sus actuales estudios, sus futuras profesiones, el novio de la chica…
Los pies de ambas figuras están juntos, como significando el mismo origen familiar; en tanto que la disposición de los cuerpos parece expresar que el crecimiento los ha ido separando, precisamente al ir tomando forma el destino particular de cada uno de los hermanos. El fondo rojo común actúa como un elemento expresivo que refuerza la unión entre estas dos figuras.
Por la izquierda del cuadro asoma otro aspecto de la realidad, que es menos patente: en la cocina contigua, una sirvienta se ocupa de alguna de las tareas domésticas. Sin el trabajo y la dedicación tantas veces abnegada de otras personas, principalmente de sus padres, estos jóvenes difícilmente podrían realizar sus proyectos, dar cumplida satisfacción a sus anhelos.
El pintor percibe a estos personajes situados en la crisis actual —económica y sobre todo de valores—, que afecta de un modo particular a los jóvenes.