La mano superior de la Flora doméstica se curva hacia dentro; ese ademán, no espontáneo sino buscado intencionadamente por el pintor, es un procedimiento expresivo que tiene una función estática, de orientación contemplativa. Es como si se le dijese al espectador: todo el cuadro es un objeto de contemplación; sin embargo, conviene que usted se detenga más contemplando ese rostro, no pase de largo… La mano inferior de Flora es el término de un brazo extendido, el derecho, y se antepone a una mesa en la que reposa un florero; oblicuo el brazo, sin apoyar, y entreabierta la mano configuran una posición inestable, pronta al movimiento. Éste es otro modo de decirnos que todas las tareas domésticas son abarcadas por ese brazo activo de Flora. Las manos, de funciones bien distintas dentro del cuadro, tienden a disponerse según una diagonal del mismo.
El contraste entre la “aspereza” de ese fondo, que muestra sin disimulo la factura de las pinceladas, y la tersura de esa piel femenina, es un recurso expresivo que no sólo realza la corporeidad de la figura humana, su presencia real ahí representada, sino que también es imagen de su finura espiritual y delicadeza.
Los antropólogos sugieren —y todas las culturas y mitos primitivos lo prueban— que hay un recóndito parentesco entre la mujer y el mundo vegetal. Ella, como la flor, enriquece el mundo con su gracia y belleza, en contraste con el hombre, que se significa más por sus fines útiles, por su trabajo. Son éstas, pues, asociaciones intuitivas a imágenes, a modo de metáforas, para acercarnos —poéticamente— al misterio de la mujer, a su secreta espiritualidad y a sus características naturales, de raigambre telúrica y ligadas a los ciclos cósmicos.1
Aquí las flores en el torso, ceñidas por el brazo izquierdo de Flora, son la imagen significante del encanto que irradia ella misma, la personalidad de esta mujer. El ramo de flores posterior al brazo derecho de Flora, en el cuadro, es más bien expresión de la armonía y aderezo que ella compone, con su actividad, alrededor.
1 cf. J. M. Ibáñez Langlois, Rilke, Pound, Neruda: tres claves de la poesía contemporánea