Este personaje no pocas veces necesita olvidar o, más bien, sobreponerse a sus penas, dificultades y afecciones íntimas, para hacer reír al público espectador de sus actuaciones, y preferentemente a los niños.
Su profesión así lo requiere; no es el engaño, sino un meritorio olvido de sí para agradar a otros, el ejercicio con el que gana su sustento.
Aquí, en el cuadro, sucede como si por un momento se hubiese transparentado el hombre (con esa carga de afección) oculto bajo el personaje del payaso.