Las desproporciones intencionadas tienen un valor significante.
Así, el rostro pequeño y ensombrecido del adulto parece ocultar sus rasgos de humanidad; se destacan, por el contrario, su poderoso brazo y su mano rígida, sin flexionar.
La figura del niño está casi desleída en el fondo, y contrasta su endeblez desprotegida (rodeada sólo del fondo) con la robustez de la otra figura, afirmada en los dos bordes, vertical y horizontal, del cuadro.