Pintura alla prima (del italiano, a la primera) en cuanto a la ejecución, a la aplicación decidida y ágil de las pinceladas. Esto no significa que el cuadro sea una simple traslación, casi mecánica, del ámbito exterior al lienzo. Un buen retrato pintado no es la reproducción mimética de la apariencia que una persona ofrece en un determinado momento; hacer esto último sería muy pobre e insuficiente; no conduciría, tal vez en el 99 % de los casos, a un buen resultado pictórico, a un retrato artístico. La mera descripción circunstancial no merece ser definida como retrato, ni como pintura artística.
El pintor no ha sorprendido al niño retratado en medio de sus juegos o con sus modales infantiles. En él reconocemos la mirada reflexiva y penetrante de una persona —aunque de corta edad—, de un alguien que se sabe mirado y nos mira interpelándonos.
Pese a su simplicidad, el cuadro está dotado de una estructura. La composición y las soluciones plásticas adoptadas no permiten que nosotros, espectadores, nos contentemos con percibir lo inmediato y aparente de esta pintura; esos mismos aspectos plásticos reclaman de nosotros una actitud contemplativa más profunda, que se deje conducir por los elementos significantes de este cuadro y se adentre en la misteriosa dimensión espiritual del ser humano ahí representado.