Ahí, delante de nosotros, se sitúa la figura escuálida de este indigente, incorporado a la perspectiva de esa calle como si fuera un simple mueble urbano, pero abstraído y en franco contraste con el ambiente que lo rodea: él, marginado, excluido de la sociedad del bienestar y del consumo; él, inmensamente solitario.
Con ternura han sido modelados el rostro y las manos de este hombre, imagen visible de la indigencia espiritual del hombre moderno, poderoso ―sin embargo― en el dominio de la naturaleza y en la posesión de bienes materiales.
“La pobreza más terrible es la soledad y el sentimiento de no ser amado. En el mundo hay más hambre de amor y reconocimiento que de pan” (Madre Teresa de Calcuta).
“Sí, hay una sed de sentido, de las cosas de arriba, de Dios. Y en Occidente, más que en la India, está claro que nuestra sociedad de consumo no es capaz de saciarla” (Leo Maasburg, biógrafo de la Madre Teresa de Calcuta).