Algo similar al modo de realizar el cuadro Dos hermanos adolescentes o Dos hermanos (IV) sucede en éste. La crisis de valores que lastra la sociedad occidental, así como los multiformes ataques a la institución familiar, en esta época, son el medio o el contexto en el que nace este cuadro. El pintor plasma el tema de esta obra, La promesa, haciendo hincapié en la racionalidad y en el orden natural que debe ser respetado, para que este acto y los que de él se deriven sean verdaderamente dignos del hombre. Más que una atmósfera de ensueño acaramelada y sensiblera ―como abunda en el cine y en la literatura “rosa”―, aquí encontramos una expresión sobria del tema, en la que lo conceptual domina sobre lo sensorial, y el ejercicio del discernimiento es la acción principal del cuadro.
"La experiencia nos enseña que amar no significa en absoluto mirarnos el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección. No existen compañeros si no se hallan unidos en idéntica tarea, si no se encaminan juntos hacia la misma cumbre" (Antoine de Saint-Exupéry).