¿Esa huella de sufrimiento en el rostro de la madre no estropea la imagen bonita y agradable que uno espera de una maternidad?... ¿No es contradictorio con la dulzura del amor ese lado sombrío de la vida?... Advertimos, en efecto, que el contexto del cuadro difiere de estos tópicos.
Amar significa procurar el bien de otro. Esto comporta una relación: salir del ámbito del yo hacia el tú; es un abrirse, un esponjarse, un enriquecimiento, un agrandarse del corazón.
Quien ama antepone el beneficio de otra persona a la propia comodidad, de tal manera que la calidad del amor puede medirse por el grado de abnegación y de sacrificio.
A oídos de una sociedad hedonista puede sonar con extrañeza que se diga que, en el sufrimiento, tiene un lugar inequívoco el amor.
La abeja sorbe el néctar amargo de las flores… y elabora la miel, dulce en el paladar ajeno.
Es la lógica inversa del egoísta, que identifica felicidad con placer, y utiliza a los demás como simples objetos al servicio de su capricho y antojo. Así genera amargura e infelicidad a su alrededor.
"Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos" (Albert Einstein).