Este cuadro es en gran medida un homenaje a la carta —misiva o mensaje—, ese puente afectivo entre dos personas separadas físicamente. Las líneas principales de la cortina y del vestido convergen en las manos —intencionalmente agrandadas respecto a su tamaño natural— y en la carta, fresca aún, recién abierta y leída; mientras el pensamiento del retratado, activo, se escapa hacia quien le remitió la carta…