Los rostros pensativos de estos dos jóvenes hermanos, frontalmente sentados ante el espectador, reflejan las ilusiones y sueños de estos adolescentes: sus actuales estudios, sus futuras profesiones, el novio de la chica…
Los pies de ambas figuras están juntos, como significando el mismo origen familiar; en tanto que la disposición de los cuerpos parece expresar que el crecimiento los ha ido separando, precisamente al ir tomando forma el destino particular de cada uno de los hermanos. El fondo rojo común actúa como un elemento expresivo que refuerza la unión entre estas dos figuras.
Por la izquierda del cuadro asoma otro aspecto de la realidad, que es menos patente: en la cocina contigua, una sirvienta se ocupa de alguna de las tareas domésticas. Sin el trabajo y la dedicación tantas veces abnegada de otras personas, principalmente de sus padres, estos jóvenes difícilmente podrían realizar sus proyectos, dar cumplida satisfacción a sus anhelos.
El hombre es la realidad más compleja y misteriosa del universo. Ante el hombre, el arte se enfrenta a uno de los mayores desafíos. En gran medida es un reto inalcanzable meter a un ser humano en una superficie pintada.
“La gente viaja y se asombra ante la altura de las montañas, ante las enormes olas del mar, ante los largos cursos de los ríos, ante los vastos límites del océano, ante el movimiento circular de las estrellas. Y pasan por delante de sí mismos sin sorprenderse” (Agustín de Hipona).
“Cuando perdemos el sentido del misterio, la vida no es más que una vela apagada” (Albert Einstein).
“Muchas son las cosas misteriosas, pero nada tan misterioso como el hombre” (Sófocles).