El músico, según un comentario entendido, se sitúa en la línea iniciada por el cuadro El bufón Pablo de Valladolid, de Velázquez, y seguida por El pífano, de Manet. Sobre un fondo neutro, en el que no se diferencian paredes y suelo, aparece la figura gesticulante pintada por Velázquez. Aquí, el director de orquesta parece configurar con sus ademanes esa densa atmósfera musical que lo rodea; y es tal la densidad y conmoción que la música provoca en el personaje, que hasta él empieza a diluirse (ya le faltan los pies) en ella.
Cf. el comentario de los cuadros El trabajo del artífice (I), El trabajo manual, Orden musical.